El dolor se escribe, se canta y otras muchas
veces se baila de rabia, temor, sufrimiento y asqueo.
El dolor te extermina. También te ayuda a
seguir viviendo, pero sin luz.
Yo dejo que la luz se instale y ahogue el
mundo de sombras que algunas veces subyace dentro de mi. Dejo que los rincones
de mi interior se mezclen con esa opacidad de un mundo lleno de humo y velas, temor y confusión. No se si la belleza es también
nido de esta tristeza inocua, o simplemente un vacío lleno de ausencia. Quizás
todo es consecuencia del mentiroso verano que alimenta de bonitos atardeceres
la idea de que la vida es simple, delicada, plácida y hermosa.
Quizas tengan razón los que sugieren que hay
muchos tormentos rondando por las llanuras de la imaginación. O que convertir
en ideas las miles de ingeniosas fantasías que pueblan los espacios inertes de
la nostalgia no es mas que un mecanismo de defensa inútil con consecuencias
fatales en un otoño que asoma cubierto de hojas muertas y semillas baldías.
La espera existe. La esperanza siempre sonríe,
lejana y singular se adueña de los momentos donde soy incapaz de levantar esa
mirada especial que el recuerdo olvida y la nostalgia disipa en los días mas
lúgubres del final del verano.
Sobra decir que antaño las voces se
duplicaban y que hoy apenas son inteligibles. Será porque las manos que rozaban
esos susurros ya no están contaminadas, ya no encuentran el espacio donde echar
raíces y crecer con la paciencia que necesitan las obras maestras.
Montones de palabras que no son mas que
respuestas a las preguntas que ya no hacen falta. A los ecos que ya no necesito
escuchar. Frases oblicuas, desordenadas, que acumularé en el pretérito cajón de
la inocencia, en el subordinado limite que me produce el recuerdo de tu imagen
venido a menos.
Excusa decir que afortunadamente el olvido es
como el amor: no es algo que uno decida, sino algo que sucede. Y yo estoy en
ese feliz proceso. En ese lugar desde donde asomarme a ti es cada vez más extraño
e indoloro.
Aunque
sería un suicidio no explorar la memoria del dolor y aprender de ella por mas
afilada y cortante que parezca. Hay que descubrir porque la mente desaprende el amor en
busca de un clandestino dolor que se fragua sin mas...
Serán las puertas del otoño las que me hacen
estar así. No me atrevo a decir triste, melancólico o fugazmente feliz. Solo se
que nado en mares pequeños queriendo abarcar océanos de olas gigantes. Coger
esas olas entonces y sentir, como erguido
encima de la tabla de la vida, se hace el silencio mientras descubro que el mar
lo es todo y yo ya no soy nada.