martes, 23 de junio de 2015

Tu sonrisa se llama Lucia



                                                                         




Sé que es mentira. 
Sé que ellos lo saben. 
Yo no tuve ningún lio con una actriz porno durante el rodaje de aquel vídeo. Ni siquiera nos miramos con esa intención biunívoca que tienen los ojos cuando se trata de no hablar para decírtelo todo. 
Pero no, ni siquiera nuestras mentes se leyeron por un momento la escena final de aquella canción, la receta con la que uno se acuesta, repasa el día de principio a fin para  terminar pensándose a si mismo en un ejercicio fugaz , pero real, hasta que el sueño le vence.

Nunca pensé sobre ellos. Nunca consideré  esas fantasías como una simple posibilidad. Nunca en mi vida deshice una maleta llena de sueños por una apariencia o una  falsa sensación: en esos momentos todas fueron reales, podía tocarlas, supe respirarlas, sentí que estaban cerca, abrazando la implacable probabilidad de hacerlas realidad.
Pero en ese momento no. Nada me hacía pensar en eso. No tuve la mas mínima duda de que todo era un anhelo mas dentro de esa habitación llena de sueños que es mi cabeza.

Por eso ahora cuando  cierro los ojos  soy capaz de verla saboreando las palabras de ese libro de angustia y amor que rozaba sus manos. Y me dejo llevar, me  paro a divagar entre nube, espacio azul y mas nubes siendo capaz de sentir esa presencia aquí mismo, ese olor con firma de autor que solo a ella pertenece. Una imagen limpia que hace que tu mente se ensucie y provoque un estallido de lujuriosa pasión, hasta que el cargado ambiente de la calle distrae  tu reposado pensamiento  despertando de tan apacible mentira. 

Es ahora, cuando  me pongo serenamente a sentir despacio los recuerdos que jamás viví a su lado, que soy capaz de retorcer a la desordenada rutina que siempre la comprende, entiende  e idolatra. Si provoco que una sonrisa se dibuje en el aire que su pelo agita, soy capaz de atormentar a este ejercito de sombras que conviven con mis fantasmas en noches de hastío y mentirosos celos. Y este amor tramposo se abraza a mi por compañía. 

Porque se que  ella nunca estuvo en mi cama, ni siquiera esas veces que tan despacio la pensaba y desmenuzaba pedazo a pedazo. Y es ahora, al final, que  me doy cuenta de que no la encuentro, ni su cara es mi recuerdo, ni su cuerpo es ya el de esa  actriz solitaria en un lecho vendido al diablo de las utopías. 

Puede que fuera otra la que  tomara mi cama al ritmo de  estrofas repletas que duermen la  vida. 
Puede que alguien se perdiera en la noche como esos  espíritus cautivos que vigilan  las páginas de los  libros dormidos de amor en la balanza del olvido. 

Puede que al final sea yo el que  siempre se obligue a recordar que ella no fue quien asalto el vacío de mi casa. Que ni siquiera se quedó a escuchar el rumor de las sabanas enredadas en las piernas, esas piernas, nuestras piernas…. de mi habitación. Mientras los versos se convertían en besos, y los  espacios se acortaban la falda poco a poco hasta que todo se viera sin más tapujos  que un amor mas en el borde del inocente colchón  que a tantas almas decapitó por amor. 

Pero  llega un momento en el que ya no me atrevo a decir que sea mentira. Ni siquiera me atrevo a decir que eso que tus ojos piensan y seducen al ritmo histriónico de la pasión de las palabras no sea como dices. 

Vivo esta irrealidad como algo natural, como si pudiera tocarla. La enfermedad enciende su llama con la chispa de las palabras, con los seductores pensamientos que han construido esta vida paralela. 
Y me gusta pensar que me creas capaz de hacerlo contigo, y con ella, y con ella… y también con ella, porque no.  

Me siento en la silla que la astuta melancolía guarda para mi cada noche. Escucho canciones de Bob Dylan mientras sobrevivo al espacio de tus labios abrazando los míos, mientras siento que la única mentira que soy capaz de contar es que no te tengo y sin embargo el bar esta en silencio y mi casa, quinientos  metros mas allá, también está sola. 

Pero mi cabeza te piensa y retiene como si fuera verdad que has venido a verme y que vencida por la pendiente de ese barranco de dudas que tanto sofoca este principio de verano, has decidido sopesar la posibilidad de entrar de puntillas en este sueño con la posibilidad de que todo sea mentira y sin embargo tocar el cielo  de mis manos mientras recorren la verdad de tu cuerpo. 

Y entender que la vida es mentira mientras te ahogas en el líquido morado de una copa de vino y tu sonrisa se llama Lucia, porque ella no existe y así todo es más sencillo. 



miércoles, 3 de junio de 2015

Dime.







No se hacia dónde voy...-  me susurro en medio de  esas sonrisas que siempre  sortean sus pensamientos al otro lado del teléfono. A ratos, como balas de ternura que disparan al centro de ese espejismo que solo existe en su imaginación.  A ratos,  con certeros deseos de sobornarle a la vida unos vinos llenos de lujuriosa pasión, algo de agitación en una existencia plagada de rutinaria inquietud, pero llena de días demasiado semejantes unos a otros.

La escucho, pero siempre intento sobornarla con pensamientos abyectos para que su curiosidad se retuerza y acuda a esos lugares donde también es ella, a esos despertares desde donde acurrucarse de nuevo  e instalarse en esa sensación de picara resistencia que provocan los hechos que no están bien, esos que tu conciencia intenta negarte, pero tanto deseas hacer.

Todo eso soy yo. Interrumpe en medio de mi argumentación

Suena a disculpa- le digo yo mientras su risa se expande por toda la casa desde ese altavoz artificial y gris en que  se convierte mi teléfono cuando las palabras importan mas que los sueños, cuando los titulares no dejan espacio a la imaginación y se advierten tan rotundos que se convierten en el punto y final de un recuerdo, un presente o un lugar futuro que anhelabas con insistencia, a su lado. 

Surfeamos por un mar de palabras semejantes entonces, olas diminutas para no alterar demasiado la mañana, para no violentar a las hadas y que me arrebaten el placer de su compañía. La frescura no se imita. La tentación no se esconde. La respiración provoca un eco de deseo uniforme que se palpa con la cadencia de las frases, con los suspiros que el silencio provoca al escuchar. 

Y vuelves a percibir cada replica como un  tierno sarcasmo . Y el corazón se nos acelera sin querer entre esos lugares comunes que a menudo adquieren relevancia por esa defensiva distancia, por esa sencilla y sincera incapacidad para rozarse a través de las ondas, por mucho que las palabras se estrellen en cada uno de los sentidos y dupliquen sus fuerzas enalteciendo algún instinto disfrazado de musa, para ocupar un lugar en medio de sabanas enredadas entre las piernas del verano. 

Me voy a la ducha. En forma de despedida. Nos alejamos sin dejar de mirarnos el interior, el mas profundo de los lugares donde nos desvaneceremos cansados de tanta espera. 

Pero la ducha es reparadora, ahí limpiamos cada espacio de ausencia y silenciamos entre gotas los perdidos sonidos de un amor que se escapa. Así las canciones suenan limpias en su boca. Y los motivos de su estable sensación sanadora de esta locura que hoy se prohíbe se convertirán en esos maravillosos errores futuros que no será capaz de envolver en bonitos papeles de regalo para disolver este sereno presente que tanto le inquieta. 

 Mil  besos- y la silueta de mi memoria se desvanece en silencio mientras el recuerdo permanece en cada frase, abrazando mis letras y deteniendo inquietas las palabras que un día nos volverán a juntar.