Detenido en un semáforo. Con esas excusas que siempre
buscamos cuando queremos escondernos del presente, del sentido que nos adjudica
la vida. Detrás de un triste volante cargado ya de demasiados kilómetro.
Anclado e inmóvil, intuyendo que algo pasa pero fluyendo cual gregario en dirección a ninguna parte.
Viejas casa, viejos lugares desde donde apoyarnos en el
recorrido como postales detenidas a nuestro paso, como estancias colocadas al
milímetro sin oscilaciones ni espacios donde acurrucarse.
Y esa canción de hace 30 años que surge hoy en una de esas
emisoras donde el polvo de los discos resuena en la memoria. Canciones en las
que nunca quise detenerme a entender demasiado porque “You” estaba conmigo, navegando entre
olas de infatigable decoro, entre los días que rozaban la calma de nuestra cama
sin apenas escuchar nada mas.
Una de esas canciones que son un premio a toda una vida de
trabajo. Uno de esos temas que son el pago a toda una vida vocacional. Una de
esas que aparece un día y nunca vuelve a estar. El pago a años de trabajo. Ese
botín que muchos no consiguen alcanzar . Una varita mágica del destino con la
injusta melodía del azar.
Sentado en el coche, esperando a que el rojo se convierta en
verde. Desde un lugar desconocido en las ondas de esta vieja radio vuelves a
mi. Inmóvil en ese rincón infinito que nunca agota sus significados.
Desde ese pase de pecho que la vida me hace cada día entre las infatigables
secuencias desde donde recordarte. Varado en el fondo de este mar de trafico te
encuentro detenida ante mi, con esa voz de sirena cautiva en ti, en el corazón
de unas tinieblas que resbalan a tus melodías, con esa leve tempestad que
siempre te persigue.
Hago este ejercicio y otros muchos en este mundo
incontrolado que hace aguas por cada borde de este infinito mar de guerras y
tempestades que se aniquilan en silencio sin mas decoro que las palabras
perdidas entre los escombros de presente.
Mientras las insoportables secuencias desvían a estos
inquietos animales que son los sentimientos, yo cierro los ojos y me envuelvo
áspero y frio en las caricias que no recordaba, los espacios que deje
abandonados entre aquellas sabanas vencidas por mañanas de sal y tormentas. Con
ese corazón roto que se inmolaba ante sí.
Apenas soy capaz de bajar del coche mientras me asomo a este fuego
cruzado de morteros llenos de oxido y sangre abandonada, a miradas que sangran
las retinas de los que ciegos paseamos sin motivos.
Y en medio de esta jungla de espacios vacíos, asomándonos al
equinoccio de una luz sombría que nos desgarra en mil pedazos soñé que bailaba
para ti, yo que nunca dí dos pasos seguidos con ritmo me atreví en ese espacio
que dejaban tus ojos cuando me miraban a danzar y danzar al compás de la
madrugada.
Soñé también que cantaba para ti yo que nunca afiné
demasiado en las notas de la vida. Pero ese murmullo tuyo al nombrarme me
hizo entonar con sigiloso volumen cada
estrofa que la vida separaba en acordes, en ritmos subversivos desde donde
vivirte de nuevo.
Si, es verdad, el mundo se desvanece, se aniquila, se
destruye como tantas veces a lo largo de la historia. Es verdad que seria
insolente descansar la vida entre las hojas repasadas de ese viejo libro desde
donde aprendimos a amar la vida y desde donde hoy nos asomamos para saltar en
un final trágico indeseado.
Es verdad que no queda tiempo para seguir soñando, para
seguir bailando, para reunir una amalgama de realidades que sustituyan tanto
horror, dolor y espuma enrojecida en estos últimos días de lluvia.
El barro y la miseria lapidaran a los que miran para otro
lado. Y yo seguiré demoliendo el muro de la indolencia a golpe de
palabras. Inocentes y sencillas. Promesas abandonadas.
Sueños de Primavera. Revolucionaria palabra de amor y dolor.