martes, 29 de marzo de 2016

Sueños de "Primavera".







Detenido en un semáforo. Con esas excusas que siempre buscamos cuando queremos escondernos del presente, del sentido que nos adjudica la vida. Detrás de un triste volante cargado ya de demasiados  kilómetro. Anclado e inmóvil, intuyendo que algo pasa pero fluyendo cual gregario en dirección a ninguna parte. 

Viejas casa, viejos lugares desde donde apoyarnos en el recorrido como postales detenidas a nuestro paso, como estancias colocadas al milímetro sin oscilaciones ni espacios donde acurrucarse. 

Y esa canción de hace 30 años que surge hoy en una de esas emisoras donde el polvo de los discos resuena en la memoria. Canciones en las que nunca quise detenerme a entender demasiado porque  “You” estaba conmigo, navegando entre olas de infatigable decoro, entre los días que rozaban la calma de nuestra cama sin apenas escuchar nada mas.

Una de esas canciones que son un premio a toda una vida de trabajo. Uno de esos temas que son el pago a toda una vida vocacional. Una de esas que aparece un día y nunca vuelve a estar. El pago a años de trabajo. Ese botín que muchos no consiguen alcanzar . Una varita mágica del destino con la injusta melodía del azar.

Sentado en el coche, esperando a que el rojo se convierta en verde. Desde un lugar desconocido en las ondas de esta vieja radio vuelves a mi. Inmóvil en  ese rincón infinito que nunca agota sus significados. Desde ese pase de pecho que la vida me hace cada día entre las infatigables secuencias desde donde recordarte. Varado en el fondo de este mar de trafico te encuentro detenida ante mi, con esa voz de sirena cautiva en ti, en el corazón de unas tinieblas que resbalan a tus melodías, con esa leve tempestad que siempre te persigue. 

Hago este ejercicio y otros muchos en este mundo incontrolado que hace aguas por cada borde de este infinito mar de guerras y tempestades que se aniquilan en silencio sin mas decoro que las palabras perdidas entre los escombros de presente.

Mientras las insoportables secuencias desvían a estos inquietos animales que son los sentimientos, yo cierro los ojos y me envuelvo áspero y frio en las caricias que no recordaba, los espacios que deje abandonados entre aquellas sabanas vencidas por mañanas de sal y tormentas. Con ese corazón roto que se inmolaba ante sí.  Apenas soy capaz de bajar del coche mientras me asomo a este fuego cruzado de morteros llenos de oxido y sangre abandonada, a miradas que sangran las retinas de los que ciegos paseamos sin motivos.

Y en medio de esta jungla de espacios vacíos, asomándonos al equinoccio de una luz sombría que nos desgarra en mil pedazos soñé que bailaba para ti, yo que nunca dí dos pasos seguidos con ritmo me atreví en ese espacio que dejaban tus ojos cuando me miraban a danzar y danzar al compás de la madrugada.

Soñé también que cantaba para ti yo que nunca afiné demasiado en las notas de la vida. Pero ese murmullo tuyo al nombrarme me hizo  entonar con sigiloso volumen cada estrofa que la vida separaba en acordes, en ritmos subversivos desde donde vivirte de nuevo.

Si, es verdad, el mundo se desvanece, se aniquila, se destruye como tantas veces a lo largo de la historia. Es verdad que seria insolente descansar la vida entre las hojas repasadas de ese viejo libro desde donde aprendimos a amar la vida y desde donde hoy nos asomamos para saltar en un final trágico indeseado. 

Es verdad que no queda tiempo para seguir soñando, para seguir bailando, para reunir una amalgama de realidades que sustituyan tanto horror, dolor y espuma enrojecida en estos últimos días de lluvia. 

El barro y la miseria lapidaran a los que miran para otro lado.  Y yo seguiré demoliendo el muro de la indolencia a golpe de palabras. Inocentes y sencillas. Promesas abandonadas. 

Sueños de Primavera. Revolucionaria palabra de amor y dolor.




lunes, 21 de marzo de 2016

Mentiras










No podía ser de otra manera. En un invierno lleno de notas de luz y calor, la primavera abría su estación con una lluvia fina y un viento otoñal. Los arboles continuaban desnudos y las aceras mojadas. Un tiempo distraído que no sabía a que estación quedarse. 
Las manos se recolocaban buscándose llenas de un calor inconformista entre ese desliz primaveral que se asoma a nuestra confusa estancia en estos primeros días de la primavera. 

Llevábamos días invocando al pasado. Nuestro lenguaje era intuitivo, espontaneo. Nos ofrecíamos cariño y  dejamos de rendirnos a ese presente que siempre nos contradecía. La vida fluía sin mas a nuestro alrededor. Versionándola para encontrar en ella un sonido mejor, más limpio, original.

Por aquel entonces Carlos seguía puntuando alto en el ranking de los más deseados. En ese espacio de tu vida en el que para él siempre había un hueco.

Él, que no tenía que correr para complacer cada minuto de tu vida. Él,  que se limitaba a no acudir a tus llamadas porque no estaba cuando mas le necesitabas. Él, que siempre aparecía con su sonrisa temprana y sus canciones de M80, sin angustias, sin rutinas ni experiencias en el fango de la vida. Él, que siempre respiraba por debajo de tu ombligo con un simple pestañeo. Él, que vivía en su constante compañía alejando a los fantasmas de la cama de tus deseos, en el impaciente capricho de tus sueños. Y tú que seducías al fantasma en medio de esa inhóspita vida.

Así era Carlos. El que sacaba al perro mientras tu solías hacer la cena al otro lado de la ciudad, improvisando guisos entre los nervios de su llamada. Congelabas entonces los pensamientos en la nevera familiar donde deberían permanecer hasta la mañana siguiente, hasta que los rayos del sol iluminaran tu cara buscando sus sombras, el cobijo, el ejemplo solitario de su besos.

Mientras el paseo nocturno buscaba tu deseo, sus palabras buscaban tu amor. Y así al menos quince mágicos minutos cada día. A las nueve de la noche.

Después, entraría en casa, se quitaría el abrigo y sorprendería a sus hijos en la mesa. Un beso más para María, su compañera, su mujer de toda la vida, su compañía. Ella procuraba alimentar su existencia con las recetas de vida de esos adultos con cara de niños que se sentaban entorno a la mesa cada noche. Entonces, la cuchara rozaba sus labios y la sopa escribía tu nombre una vez más. Letras cursivas que volvían a producir el milagro de tenerte dentro, caliente, fugaz, especial. 

Buscaría entonces la mirada cómplice de María sentada como siempre a su derecha, mientras ella dulce y fugaz se pararía a sonreír en un gesto de placentera confusión: - debe ser la peluquería..-

Entonces el sillón de "entresueños" se acordará de ti y de esos pensamientos que reposan inconclusos mientras  buscas el “buenas noches amor” de cada día en el wassup con un cigarro en la mano. Él,  escondido en el baño escribiendo su mantra antes de arroparse en ese sofá con olor a Maria.

Y así esta sencilla ecuación en la que no hay ni vencedores ni vencidos. Casi todos se saben perdedores a su manera menos Carlos que siempre enjuaga su miseria en ese licor agridulce de la media vida.

Y así hasta que la noche le amanece atado a su corbata bien planchada enloqueciendo los límites de su cuello, ese elegido lugar desde donde se inician la mayoría de los placeres en las tardes prohibidas. En los espacios donde la mentira es la dulce neblina que simplifica la vida.

Y un día mas, sentado en su despacho agitará los fantasmas de la ética y los parámetros incontestables que deben cumplir los servicios que presta. -"Te doy mi palabra"- interrumpirá al oponente cuando en medio del ansiado fin de la negociación quiera ese remate de capote y espada  para desnudar a su oponente. 

Y así continuará sucumbiendo a las horas y los días con la rutina del último beso en el garaje, el último encuentro en el parque o en esa cena de despedida de Martin escapándose a su hotel por horas desde donde el amor será ese personaje clandestino tan predispuesto a la pasión. 

Eso desde su rigurosa marcialidad de ingeniero, desde su cuadriculado cálculo de la vida donde no caben improvisaciones ni estúpidas fantasías.

Y así, la vida sera ese lugar en el que se cuecen  sopas de letras con labios que se besan por  inducción y  otros por enamorada pasión. Con manos que se rozan clandestinas y abrazos de media noche que interrumpen los sueños para hablar de cariño, serenidad y paz. Y mentiras que son mas que una simple declaración de principios, que son algo mas que engaños, mas que propósitos y enredos. 

Mentiras que pasean de la correa de ese perro mío que ladra sin saber porque, cuando el tono de mi voz, se parece a la de Carlos.