martes, 29 de diciembre de 2015

24 de Diciembre : Luna llena.





Avisaron que  habría luna llena. Que los cielos se abrirían demandando espacio para la mas grande. La luz oscura, tenue, cálida. La luz de las luces. La que no molesta y siempre te acomoda en ese espacio inquieto que es el corazón. La luz de la noche, la intima estancia donde se corteja cada paso, las sombras envejecidas y fugaces de los pasos mas singulares.

La cena olía desde la escalera. Se oía el motor del horno y los fuegos resoplaban humos de colores, palabras llenas de sabores que acariciaban momentos únicos, algo empalagosos quizas pero a pesar de renegar de ellos muchas veces, momentos sin los que la vida se nos haría un poco mas amarga.

También la ausencia, los que no están, los que no volverán jamás. Los espacios, los huecos en la mesa. Las risas recordadas bajo la platea de este teatro sujeto a la vida que es la Navidad.

Los abuelos nerviosos en sus sillas. Algo alegres y algo tristes. La margarita de sus días asaltando esta noche a la rutina y despojándola de sus tranquilas pautas de comportamiento. Rompiendo los espacios con la alegría de los nietos y las mochilas cargadas de recuerdos. Noche de pandereta y bufandas en un invierno cálido, un invierno donde la esperanza se ha permitido instalarse en cada casa.

Días donde la historia ha decidido darnos una  tregua. Y la esperanza que se ha echado a la calle. Días convulsos para mirar desde un atril y observar a las gentes que inquietos vibran con la incertidumbre de la calle. Se suceden momentos que la prensa tilda como importantes pero el murmullo de la gente los califica de históricos.

Varios partidos por primera vez desde hace muchos, muchos años se disputan la presidencia de un país en crisis de identidades. En estos últimos las protestas de la calle se han intensificado. El pueblo ha pedido democracia y libertad. Las leyes cada vez atenazan mas las libertades. El miedo ya no puede confiscarnos la esperanza. Salimos del letargo.

En casa no hablamos de política. Los abuelos se sienten incómodos. Y la conversación se vuelve silencio cada vez que asoma el eco de un progreso delicado pero firme que no tiene vuelta atrás.  Eso si, el fútbol nos une, nos mantiene firmes y nos hace reír. Hacemos risas y recordamos esa liga reciente que gano nuestro Atleti, últimamente en los puestos mas altos del fútbol europeo.

Las noticias son impulsivas: una nueva constitución española, desahucios en Sagunto, elecciones a la vuelta de la esquina de nuevo  y robos , estafas..en fin la vida misma. “ Las navidades mas austeras de los últimos años” dice El País y el discurso del Rey en unos minutos en televisión.

El belén, los mazapanes y los jóvenes y no tan jóvenes que tuvieron que marcharse fuera que vuelven a casa por Navidad.

Y está extraña sensación de que voy a encontrarte, aunque todavía no.


Mi madre agita el trapo de la cocina: a la mesa que ya están aquí tus tíos.


Me levanto de la cama. Esa cinta que me acaban de grabar... . Joder como suena esa música... .

 Mi padre grita y ríe en el salón. La vida me susurra al oído. La música se hace eco en la memoria reciente de la habitación.

Quizás mañana, el año que viene…quizás dentro de muchos años yo reiré en el salón y mis hijos vendrán a la mesa cuando lleguen sus tíos.

Estoy seguro de que el futuro será maravilloso. Y que al cerrar los ojos en este 24 de Diciembre de 1977 la luna llena inundara mis sueños de luz y uno tras otro se irán cumpliendo a lo largo de mi vida.


Feliz Navidad.



sábado, 12 de diciembre de 2015

Tiempo de seguir soñando




 
                                             





La cerradura está inquieta. Cada día se retuerce mas cuando mi llave irrumpe con fuerza en ese espacio vacío en el que solo ella puede entrar. Sólo ella, y aun así se inquieta como si alguien fuera a forzar su espacio, a no dejarle entrar, a confiscar su llanto en abandonados palacios inquilinos de la soledad.

Pero insisto y cuando por fin consigo dar las dos vueltas de cerradura que me empujan hacia mi guarida todavía se repite el eco interminable de los últimos pasos de ese  desolador día que todo lo desordena. Apenas finjo unos minutos en las dos últimas llamadas que agotan la batería del móvil y caigo rendido en el fondo de esa cueva prohibida que es mi sofá, ese lugar donde el odio me corteja y la vida se ensimisma mientras me pienso.    

Es viernes. Entro en casa. El silencio se come las imágenes. 

El silencio. 

Las luces disuelven las sombras y las reducen al infinito espacio desde donde juegan inquietas al descuido de mis pasos.


Hace solo unos minutos una fauna con sabores humanos han dejado su aliento en mi memoria. Jugaban al despiste sin saberlo. Buscaban los motivos donde alojar las anécdotas y hermanarnos como una comunión de individuos solidarios en medio de ese caos que es la barra de un bar.
Palabras que había desterrado de mi vocabulario. Frases que se habían etiquetado en la geografía de mi memoria. Rituales que los hacia olvidados y como por costumbre aparecieron de golpe dirigiendo los motivos que me retenían ahí, como si el tiempo no hubiera pasado, como si todo volviera a suceder.  

Luego has llamado. Has escrito. Y me doy cuenta de que has estado a mi lado desde que decidiste no hacerlo. Y aunque parezca absurda esta lucha intestina que nos separa, es ella la que también nos une. No me preguntes porque. No soy yo quien sabe las respuestas. No se me ocurrieron jamás esas preguntas, esas que disputaban relaciones donde seducir al milagro de las mariposas, donde abandonar al secreto despacho de los días devastados por la pereza.

Hay un miedo secreto, una consecución de irreales días desde donde confiscar ese presente amargo en el que no me gusta vivir.


Quizás ahora te toque a ti pagar ese peaje.  

Creía que el amor consistía  en ver los dos el mismo azul. Mirarse a los ojos y sentir el reflejo de ese cielo infinito en cada sonrisa, junto a cada gesto. Y no porque crea que hay que ser uniforme sino porque el sentimiento más profundo o tiende a ser similar o hay grietas que seducen al olvido y acaban por destruir el presente común. Quizás no sea malo. Quizás simplemente sea doloroso y a la vez sano el darse cuenta de que el amor resulta que tiene varios significados. Y que la orilla es un espacio desigual dependiendo de quien lo mida. La distancia en la vida no es siempre la misma por muy evidente que te parezca, las velocidades varían.


Me encontré en medio de la calle pensando en esto y otras mil cosas. El ruido y la contaminación tan latente en esos días se habían adueñado un poco de mi  meditabundo devenir al borde de un abismo plano, sin colores, insípido, plomizo y vulgar. Caminé hasta la calle con un café  en uno de esos vasos de cartón tan de moda en estos días.   

Había quedado con mi editor . Siempre a medio camino entre la apatía y un falso desinterés.

Esperaba afuera, apoyado en la barandilla de la calle  en medio de una jungla de carteles llenos de caras, habitual en plena campaña electoral. Pensé que dentro de unos días todo se habría olvidado. El olvido, ¿será  el motor de la campaña y aún peor del voto de la gente?. Pues quizás, porque esta suerte amnésica es la mejor de las herramientas para seguir viviendo. El olvido te aleja de los fantasmas del pasado y te convoca a un presente más limpio y aseado de lo habitual. Si eres capaz de olvidar, de romper los lazos del pasado nada ni nadie te podrá parar. Volverás a ser el dueño de ti mismo. Pero esto se escribe más fácil que se hace. Como en la política. Como en esos nuevos carteles que tan rancios parecían. Como en esos discursos de fin de campaña donde uno promete sin mas garantías que uno mismo.

Mi editor llegó tarde. Mis escritos no tenían el brillo esperado en sus ojos. Mi libro no tendrá paginas donde escribirse. Al menos por ahora.

Es  bueno pero no encaja en nuestra línea editorial.

Y el olor a café en mis manos cuando me seco la cara de esperanzas. Los pasos perdidos en sus palabras camino de casa. El pasillo interminable hasta llegar a mi puerta. Y el olvido que se adueña de mis manos cuando por enésima vez me pongo el traje de escritor, perdido en el corazón de las palabras.  

Hay un sonido de llaves en la cerradura pero hace mucho tiempo que las mias se quedan puestas para que nadie pueda entrar. Ni siquiera tu. 

Es tiempo de seguir soñando.