No se
hacia dónde voy...- me susurro en medio de esas sonrisas que siempre sortean sus
pensamientos al otro lado del teléfono. A ratos, como balas de ternura que disparan al centro de ese
espejismo que solo existe en su imaginación. A ratos, con certeros
deseos de sobornarle a la vida unos vinos llenos de lujuriosa pasión, algo de
agitación en una existencia plagada de rutinaria inquietud, pero llena de días
demasiado semejantes unos a otros.
La escucho, pero siempre
intento sobornarla con pensamientos abyectos para que su curiosidad se retuerza
y acuda a esos lugares donde también es ella, a esos despertares desde donde
acurrucarse de nuevo e instalarse en esa sensación de picara resistencia
que provocan los hechos que no están bien, esos que tu conciencia intenta
negarte, pero tanto deseas hacer.
Todo eso
soy yo. Interrumpe
en medio de mi argumentación
Suena a
disculpa- le digo yo mientras su risa se expande por toda la casa desde ese
altavoz artificial y gris en que se convierte mi teléfono cuando las
palabras importan mas que los sueños, cuando los titulares no dejan espacio a
la imaginación y se advierten tan rotundos que se convierten en el punto y
final de un recuerdo, un presente o un lugar futuro que anhelabas con insistencia,
a su lado.
Surfeamos
por un mar de palabras semejantes entonces, olas diminutas para no alterar
demasiado la mañana, para no violentar a las hadas y que me arrebaten el placer
de su compañía. La frescura no se imita. La tentación no se esconde. La
respiración provoca un eco de deseo uniforme que se palpa con la cadencia de
las frases, con los suspiros que el silencio provoca al escuchar.
Y vuelves a
percibir cada replica como un tierno sarcasmo . Y el corazón se nos
acelera sin querer entre esos lugares comunes que a menudo adquieren relevancia
por esa defensiva distancia, por esa sencilla y sincera incapacidad para
rozarse a través de las ondas, por mucho que las palabras se estrellen en cada
uno de los sentidos y dupliquen sus fuerzas enalteciendo algún instinto
disfrazado de musa, para ocupar un lugar en medio de sabanas enredadas entre
las piernas del verano.
Me voy a
la ducha. En forma
de despedida. Nos alejamos sin dejar de mirarnos el interior, el mas profundo
de los lugares donde nos desvaneceremos cansados de tanta espera.
Pero la
ducha es reparadora, ahí limpiamos cada espacio de ausencia y silenciamos entre
gotas los perdidos sonidos de un amor que se escapa. Así las canciones suenan
limpias en su boca. Y los motivos de su estable sensación sanadora de esta
locura que hoy se prohíbe se convertirán en esos maravillosos errores futuros
que no será capaz de envolver en bonitos papeles de regalo para disolver este
sereno presente que tanto le inquieta.
Mil
besos- y la silueta de mi memoria se desvanece en silencio mientras el recuerdo
permanece en cada frase, abrazando mis letras y deteniendo inquietas las
palabras que un día nos volverán a juntar.
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