Instantes relajados
con el cartel en la mano a punto de anunciar el cierre. La ubicación correcta
con la importancia de la permanencia que sólo tu sabes si será definitiva
o por un tiempo limitado.
Fundadas propuestas se asoman hasta el borde
de este gris escaparate que comienza a vaciar de letanías el fondo del
espejo.
Se derriten los libros en sus vitrinas y se
ahogan los vestidos sin ceñirse a esa cintura tuya desde donde todo brilla y
ahora todo se apaga. Hay un temblor inconcluso en tus manos. Pero
no reniegas de la liquidación de cada momento, de cada instante grabado en las
muñecas de tanta manos abatidas hoy. El reloj no se detiene. La vida pasa. La
horas confluyen y un color de tenue invierno hace que tus ojos brillen opacos
al pasar junto al quicio infinito de esa delicada puerta gris.
La gente pregunta. Los distraídos guardan en sus
carteras la sensación de esa pérdida publicada en tus ojos, ese espacio que ya
no tendrán.
Apenas siete segundos mientras caminan
delante del cartel y tropiezan con una multitud de viandantes en estos
días de Diciembre. Y el olvido para siempre. Un cierre mas.
Un rayo de sol tenue escapa entre las nubes y
aprovechamos para subirnos al carro de la nostalgia prefabricada en anuncios de
lotería y colonia. Es tiempo de paseos sin rumbo, copiándonos la vida entre
escaparates que llenan de sueños nuestras vidas. El frio se hace cálido. Las
calles se encienden con los recuerdos que construimos juntos al albor de estos
días.
El humo de los cigarros sortea a las personas
que se agolpan y se esquivan unas a otras por las calles de un Madrid demasiado
reconocible en estas fechas. Luces apagadas colgando de farolas a medio
encender mientras la lluvia se asoma y dará brillo a las calles y limpiará el
humo de los coches y vaciara de hollín nuestras manos.
Cerrado.
Los espacios se vacían y los rumores se acrecientan.
Nadie sabe porque un negocio tan prospero cierra.
Nadie encuentra una explicación, todo se
torna confusión.
Hace apenas unas horas todo parecía estar
bien.
Hace apenas unos minutos las sonrisas no se
medían, todo se improvisaba.
Las consecuencia de todo, eran
nada.
El brillo se mantenía en los ojos y las
semillas de un presente comprometido se expandían por las calles cultivadas del
mañana.
Todo preparado para la recogida en una
primavera como tantas llenas de luz y colores rejuvenecidos. El óxido dando
paso a los que se rinden con carteras de piel en las manos, a esos que
atormentados provocan el suicidio de tantos personajes de imaginarias melodías.
Y así sienten que ya no estas. Que el binomio
se cierra y la confianza se quiebra. El pasado deja de ser inquietante y tu, una
mas, un espacio oculto lleno de sombras donde naufragar una y otra vez de
ausencia.
Cerrado.
Dudas cubiertas de dudas y cajas vacías donde
dejarse llevar o encontrar los limites.
Cajas donde asomarse a los proverbios
prohibidos que hoy toman sentido. El vaivén, las palabras sometidas al
referéndum de tus ojos. Y el cartel de cerrado.
La persiana de la vida que suena al bajarse.
El metal que se torna como foto fija para el resto de la vida y ningún
resquicio de luz que deje entrever a modo de esperanza un instante desde donde
volver a asomarse al caudal de versos con tu nombre que hoy se cierran sin mas
inquietud que un presente donde ya no estas.
Escucho con dificultad a Iván Ferreiro por el mero
hecho de que empezó a gustarte justo después de dejar de interesarte yo. Y por
eso y por mi extraña obsesión por competir, debo decir que no digiero bien
seguir escuchándole. Me gustan sus circulares pensamientos y esa
melodía que recorre mi cuerpo con su voz. Pero ese cántico que gritas en el
coche cuando quieres sobreponerte a los silencios, a que los hijos de los que
tanto sabes no te conozcan o a ese perro que te da la vida sin que apenas sepa
como hueles o como serán tus manos al acariciar su pequeña cabecita, eso, hace enloquecer por momentos mis atenazados
sentimientos. Imagino que eso ya dará igual pues el
invierno acecha y las hojas apuntan a colores derretidos en esos verdes con
espinas que siempre nos deja el verano. Ahora todo es acústico. Nos encerramos en
garitos de madera donde es más fácil escuchar los arpegios de cualquier
manifestación de esos prójimos que
vienen y van, dotando a la vida de movimiento. Es una lluvia de deseos
insatisfechos con los que soñamos y en los que aparentemente nos reflejamos de
manera difusa hasta que las noches terminan por ser protagonistas de días sin
luz. Tonos escondidos que nos hacen recogernos. Una infusión y un libro. Un lugar perdido en
las referencias de las guías y un pensamiento que cautiva cada hoja, cada frase
de este libro. Las hojas adivinan a cerrarse sin querer y me prohíbo pensar
durante unos minutos, al menos mientras ese humo que se derrite fuera de la
taza siga dibujando frases que se alojan en mis gramaticales ojos mientras
construyo lamentos y promesas que no me hago. La gente fuma en la calle. No
hace demasiado frio pero es agradable empezar a ver pasar las horas desde este
escaparate de cristal en que se convierte el inicio del invierno. Una sonrisa. La de anoche en medio de tantos
personajes de ficción que se hicieron realidad. Eva Cassidy se atreve con
Imagine mientras reprimo algunas frases de ayer. Los extraterrestres pasaron
cerca del Teatro Lara. Gentes de otras épocas traídos en volandas para llenar
de musas esta colección de calles de otros tiempos, para muchos de ellos de
otras vidas. Yo adelgazaba la mirada escuchando las historias traídas hasta mi
de una manera natural donde los protagonistas se escuchaban a sí mismos sin
decoro. Un firmamento de estrellas en el que naufragar vestido de domingo esta
noche de jueves. Paredes llenas de blocks de notas desde donde asomarte a un
mundo irreal. Melenas rubias y pelirrojas. Faldas cortas y pantalones bombachos
para caminar con la costumbre distrayendo miradas hacia los lugares de origen,
hacia el viaje imaginario desde donde la costumbre nos traslada y amortiza
hasta hacernos desparecer entre tantos cuerpos tan iguales , tan diferentes.
Todas las partes reunidas de este cuadro
inacabado se fusionan entre sí. Todos los colores se mezclan y adornan unos con
otros. La luz del otoño pierde horas y los sinónimos envejecen frente a los
nuevos adjetivos semi ocultos en frases de wassup y perezas que se comen
pasajes de letras. Las frases recorren parques y plazas de adoquines rotos y
los nuevos escritores se reúnen en las plazas virtuales orgullosos de los
premios que reciben en forma de “me gusta”. La literatura gana adeptos y pierde
quizás vegetación. Los páramos en los que la memoria convierte los recuerdos
son rescatados por ese cúmulo de fotografías desde donde la razón nos permite
un momento de pausa y nos recoloca en este presente de inquietas consecuencias.
Empieza a refrescar. Un viento preciso se
cuela por debajo de la puerta de cristal. El suelo de piedra irregular deja
espacios para la solvencia de las pisadas y para esos aires que huyen de la
calle principal buscando refugio en estas mesas de agradable madera. Es tiempo de que un cigarro nos convoque alrededor de una conversación donde el
humo es amigable y las palabras transformadoras.
Un viejo libro “ cartas de cumpleaños”. Y unas
manos cautivas de papeles rotos llenos de facturas que los años acumulan en
este territorio baldío de la vida. El cumpleaños de una amiga que no veo pero
siempre deseo ver. Y la serenidad de las horas que pasan con el afán distraído
de ese amor desprevenido que algún día estuvo de mi lado.
Y la canciones que recitan compañía, que
producen melancolía al ritmo de esas hojas muertas que planean por las suelas
de zapatos nuevos, rotos, descosidos, confusos. Cada paso una mirada. Cada
huella un espacio. Cada roce un pedazo de ti en estas letras perdidas en la
batalla que ahora comienza. Un otoño de luces tenues donde acomodar tu
despedida.
El amor no se compara,
leía debajo de la sombra de una estantería llena de libros sin apenas
pestañear. No cabe duda de que quien posee un guardaespaldas tan
intelectualmente poderoso no deja de sumar riesgos concebidos de una
manera inhóspita, arriesgada e irreal. O quizás no tanto. O quizás no tan
inusual y desprendida, porque ¿qué son los libros sino un pedazo de la historia
de nuestras vidas? ¿Qué, sino la delgada línea entre lo fantástico y esas
sombras que caminan en un quicio incapaz de definir la realidad?
Mientras apuraba la caña y se regodeaba en toda esa
literatura, pensaba en cómo sería recordado después de tantos años en ese
barrio, frecuentando un día tras otro los límites de esas calles desprevenidas
y confusas en las muchas noches de tangos a media luz.
Se preguntaba cómo serían las cosas a partir del día en que
saliera de allí. Como hacinaría los sentimientos en cajas de cartón escritas a
rotulador ordenando en cada etiqueta los espacios donde depositar las fotos,
los recuerdos, ese amor que hoy se torna imposible. Las sabanas donde tantas
veces amó con desenfreno, las camisetas impregnadas de ese corazón roto y
hundido, manchadas por las heridas que aún tardaran tiempo en
cicatrizar. Los guantes donde quedaron tantas caricias doloridas
encerradas entre aquellos forros de dedos a punto de estallar. Y esos zapatos
oscuros con los que había inundado de pisadas los límites de lo imposible.
Al final esta vida es
una trampa mortal pensó, que siempre acaba igual. Días de brillo, momentos de lluvia que te mojan hasta los besos, que te
encojen los versos al secarse despacio entre el viento de un verano equivoco y
ese sol que ciega el futuro varios pasos más allá.
Me iré sin hacer mucho
ruido de aquí. Me abandonare y cuando me dé cuenta tras de mí no habrá mas fuga
que la silueta traviesa de un recuerdo escondido detrás deaquella farola, sentada en aquel banco de
plaza España donde nos besamos por primera vez. Ahora me voy.
Es curioso lo poco que va pesando la maleta en cada viaje.
Que contradicción: pasa el tiempo y la vida se aligera, huye del ruido y apenas
tiene algo más allá de lo que cabe en sus manos. Un corazón a medio gas, donde
guardar dos o tres estampas por pura melancolía y algún beso despedido por
incompetente que se quedó conmigo por si algún día pudiera necesitarlo.
Y poco más, porque el aroma del pasado pesa demasiado. Pesa
tanto como el rumor de la nostalgia y ese sabor infinito en que se convierte el
amor añorado que apenas te deja caminar.
Así que la caja que lleva tu nombre la dejo en el
montón“para tirar”. Estoy seguro de que
no te va a molestar. Hace tiempo que nada te molesta, quiero pensar que es por
mi felicidad, por que pueda fluir y vivir. Para que mi viaje tenga continuidad
y al final de todo mi epitafio en este amor sea “pasó por aquí”.
Ha sido todo muy rápido después de tantos años. Imagino que
es una circunstancia más dentro de todo este marasmo de voces ausentes y
fantasmas apilados en la estantería de las promesas incumplidas. Debe ser que
un día en vez de repasar nuestras ausencias decidimos que por acumulación ya
nada es posible.
No podemos seguir. Nadie quiere seguir. Ni siquiera la
sensación de averiguar un sinónimo de "buscarte" es suficiente como excusa para
engañar a ese orgulloso espíritu que no deja de chillarme: vete, sal de
ahí.
Y por eso las cajas están ya en el portal. Y por eso la vida
se resume en un cuaderno de notas y un mp3. Y por esoa tu nombre se le han caído las hojas en otro
alarde de contradicción de vida: al empezar la primavera.
No es que no te crea. Es que me cuesta pensar que no supieras
que te quiero. Me cuesta pensar que no te dieras cuenta de lo mucho que te
quería cuando apenas sin mirarte revolvía cada rincón de tu cuerpo, cada
espacio que infinito se ocupaba de ti entre mis ojos. Me cuesta, porque nunca
escondí mis ojos tras las gafas de sol de un amanecer engañoso desde donde no
pudieras sentir o recibir cada caricia inconclusa que hacia despertar cada día
nuestras almas.
Es raro que me digas que no percibías que hubiera amor detrás de esos
madrugones que tampoco me gustan y me desequilibran. Raro que el tropezar no te
pareciera un recurso de ternura cada vez que atravesaba el quicio de la puerta
de tu casa. Extraño que con lapaz de
las siete menos cuarto de la mañana no percibieras que mis pensamientos se
rendían ante tu primer desfile del día: la modelo mas exquisita, la mas bella
de las mujeres, el mejor de los deseos, la mejor de las despedidas. Es extraño
que no te dieras cuenta del temblor de mis labios al decirte buenos días y
quedarme al cuidado de tus vidas.
Reconozco que me sorprende que no repararas en el cuidado que puse en aquellas
cortinas, o en aquella mesa que montamos juntos. Un día tras otro, iluminando
esa casa tan tuya, tan especial, tan única y personal. Puro reflejo de cada una
de tus virtudes, pura emoción, delicados detalles y sencillos recuerdos de
distintas épocas de tu vida. Evidentemente no estoy en la repisa de los
muebles,ni descanso dentro de los
marcos de esas fotos donde están los importantes y donde las contadas ausencias
siempre tienen un motivo.Yo ya no
estoy, los huecos se estrecharon sin remisión y ahora descanso muy lejos de
allí pero yo sigo viendo algo mío entre los cojines del sofá, o entre los
clavos de ese pedestal que inaugura tu terraza cada primavera.
Lo que me hace dudar es que no te dieras cuenta de que cada minuto de mi vida
lo dedicaba a ti. A esa manera tan tuya de planificar los días sin apenas
señales, improvisando lo planificado, deshaciendo con una margarita si ir o
quedarse. Si arrancar o parar en medio de la diatriba que supone un día a día
demasiado cargado de violentas decisiones donde acurrucar los extremos del día
sin apenas daños.
Yo esperaba tranquilo a que salieras de la ducha y esa sonrisa tan
cara luciera el resto del día a mi lado. Y si no, volvía a casa, y descansaba
mis sentimientos entre las miles de fotos que se acostaban a mi lado cada día.
Me extraña que no repararas en esa costumbre mía de estar siempre a tu lado,
disponible, esperando.
Me extraña también que pensaras que no tenía nada mejor que
hacer y que no sintieras que mi admiración por ti se me hacía infinita. Me
distraía la vida mirandote, observando cada pequeño espacio que ocupabas al
andar, al pensar, al sentir. Y que me vieras un día y otro volar a tu lado como
si la costumbre de los años me fuera a regalar algo, como si la permanencia a
tu lado fuera a ofrecerme una noche o un una tarde sintiendo que tu amor se
repartía también conmigo. Como si el sentido de la pertenencia se adueñara de
ambos. Pero no, tampoco fue así.
Se que jamás has pensado que fuera un idiota o que mi nivel de inmadurez
"se dejara llevar por ti" como en ese credo de Antonio Vega. Quizás
simplemente te gustaba sentirte adulada o mejor aún te gustaba sentirte a salvo
en esos días en los que tus ojos manaban agua salina con destino a ninguna
parte. Esos días en los que se apagaba la luz y las sombras lo ocupaban todo.
Pedazos de miserias que se adueñaban de tu destino, fantasmas con nombres de
mujer, familias que te envolvían en la locura, misterios que acomplejaban tu
espacio en esta vida. Entonces necesitabas paz y ternura. Descansar y pensar
envolver a empezar.
Y no hay nada como que alguien te sujete pudiéndote soltar
cuando quieras, pudiendo deshacer los lazos o cortarlos y volar. El mejor de
los refugios.
Es bonito eso de volar. O regalar un “Para que vueles” como mantra
interminable. Es agradable siempre que no esconda un vacio inagotable, una
interminable caída sin redes a las que agarrarse.
Quizás es que ese mundo clandestino en el que vives agota y
destruye. Ese mundo incierto y falso termina siendo tan fugaz como efímero, por
muchos lugares ocultos donde desatar la pasión. Por muchos besos que le robes,
por mucho amor prometido sin compromiso. El juego es un campo de minas tramposas que
terminan por aniquilar al mejor de los deseos.
Pero ese gusanillo de las cosas que no se concretan es como
una droga que no pudieras dejar, esa dosis que necesitas para seguir, para
despertar por algo, para sonreír y vestirse de medias y tacones de altura por
si hoy fuera el día en el que hay que volar.
Mientras, poco a poco
se va la vida.
Mientras, el camino se
vuelve angosto y lo sencillo se complica cada día.
Quizás pensaste que podía ser esa clínica paradesintoxicar a la vida de ese juego infame,
para desenmascarar las verdades que tanto duelen, para descansar de lo
inconfesable hasta que la lluvia amaine y los rayos sean bonitas luces de
colores en la lejanía.Un lugar idílico desde donde asomarte a un mundo lleno de
pausa, un mundo añorado que tan difícil es de encontrar.
Me extraña que no sintieras que la paz de los días con los
niños eran algo mas que simples estancias desde donde acurrucarte sin mas a
descansar para volver a esa batalla que nunca termina pero que promete tener un
final feliz. Me da que nunca recibiste como actos de generosidad cada día de insomnio
pensando en ti, en ellos, sino como parte de las obligaciones adquiridas en un
pasado remoto y lejano que nos implica en cada día de este presente donde el
amor mas austero nos interpela.
Me da que no te crees que ese final feliz llegue a existir y
por eso no te descuelgas del todo de esos hilos conductores que te abrasan a
veces y te calientan otras en las noches de un frio triste y helador que no
consigues calmar.
En fin, no es que no te crea. Es que me parece raro que
sigas pensando que dos que tanto se quisieron pueden pasar página y sobrevivir
al perfume de otros labios, de otras manos, de otros zapatos en los pies del
otro. Me parece extraño porque volar no es tan fácil, querer no es sencillo y
dejar de amar no es tan elemental o simple.
Por eso me sorprende quedigas que no lo sabias, por que o no abres el correo, o no escuchas la voz
del verso que te recorre cada día al compás de mis palabras.
Quizás simplemente es que no lo has entendido pero lo mas
seguro es que yo no haya sabido explicarme demasiado. Así que no me extraña que
a pesar de todo no sintieras que era yo quien te quería y estuvieras distraída
con esos cantos de sirenas que tan bonitos suenan y al final te devoran.