domingo, 6 de marzo de 2016

Simplemente un cumpleaños.















Me levante como tantas veces,  con la vida cargando sus tintas espesas de cada mañana sobre mí. A menudo esto  me hacia tambalearme hasta que mis ideas se colocaban, se aclaraban y diversificaban  en sí mismas mostrando indefinición en cada uno de los pasos siguientes. En seguida el desayuno. Las tostadas con tu nombre, el batido de soledad y refugio. Amor, esencia y deseo al menos como anhelo.

Entonces me limitaba a pensar de manera difusa en los olores de la mañana: el café, los zumos, la fruta infiel que recorrería mi cuerpo haciéndole ensanchar y distribuyendo sus azucares por mi organismo. Escogería mi mantra para el día en cuestión, sobornando a las páginas del periódico para que al final de esta magnífica aventura todo fuera un síntoma de auténtica rutina. Una aventura sin más recorrido que las horas que me llevaran a silenciar una noche más los sueños y las sintéticas formulas con las que construir los días. .... 


Cálculos y más fórmulas para que al final la vida desemboque y se paralice en ese mar de silencios y algarabías que nos esconden tras los días y nos hacen naufragar a veces. Y mientras tanto, jugar a divagar en esa inesperada orilla donde la vida nos aplaude y nos empuja a seguir viviendo.

Aquellos susurros reconocibles en la lejanía. Aquella forma de pensar a cada paso. Aquella manera tan tuya de volar sin alas. Eras tu, pero no sabía porque.


Ese mar al que tantos secretos le cuentas se detenía ante mi. Ese espacio abierto desde donde acostumbras a asomarte sin que nadie repare en el riesgo incontrolado que supone vivir sobre un quicio con ventanas al vacío y  unas olas que se “descomportan” y amanecen sin que reparemos en ellas. Un secreto sueño desde donde admirar la madrugada. La escueta visión de tus ojos mas allá del sol.


Y Madrid de nuevo. La realidad. Su realismo.

Un pasillo sin esquinas, una luz que recorre los oscuros rincones de mí dormida habitación. Una sensación extraña que no hace sino  recordar la última vez que nos entretuvimos  en nosotros. Una sonrisa que cautiva,  se quedó entre mis manos sin más resurrección que algunos recuerdos confusos, livianos como los últimos pétalos de esa rosa marchita que se inclina y adorna el suelo de la vida. Desordenados y confundidos como cascaras de brillos opacos donde descansar la mirada que acerca y exprime tu recuerdo.


Los ritmos van admitiendo dosis de alegría. Los espacios se vuelcan distintos ante mí, como una correlación de cosas maravillosas en las que entretenerse cada día, como esas sensaciones ambiguas que se detienen ante ti para desordenar la rutina y convertir tu vida en vida por un instante.

Y es que los días y las sonrisas van de la mano cuando la realidad se paraliza en cada fotografía que imagino de ti. Y los pasos sonríen mientras taconeas. Y las calles que se asombran mientras las dudas se revuelven cuando pasas. El arpegio de una guitarra que acompaña un verso suelto, una frase rota que sin dudarlo tu reparas. Cuerdas y notas perdidas que encuentran cobijo en tus frases. Olas extintas que desconoces en ese refugio tuyo que se convierte en una enfermería de frases donde miles de palabras se libran  de morir abandonadas en un simple y amontonado borrador de ideas. Tantos vocablos heridos, tantos pensamientos abandonados sin suerte que tu acoges. 


Y huellas de arena que marcan un destino que se borra mientras caminas. Y letras que se descomponen y se limitan. Estancias perezosas desde donde mirar el infinito con la magia de las letras, descolocadas, infinitas, referencia de colores que difusos encontraron luces y algunas sombras demasiado altas como para poder saltarlas.

Entretenido en ti desde hace horas sin saber porque, cuando a la vuelta de unos minutos revoltosos de escritura deforme y sin rumbo claro me di cuenta de que nada es por nada. Y que todo era porque los años no pasan por ti, pero una vez al año se detienen. Seguro que has sido muy feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario